02 septiembre 2009

Escena en un parque

Hace tanto tiempo no sentía algo así, la última vez probablemente no tenía más edad que ese niño, ahora manantial de lágrimas, que en silencio sufre la pérdida irreparable de un carrito por la coladera, lo sentí cuando igual extravié un rehilete de colores hace mucho tiempo, pero desde entonces... nada.

Siento ganas de acompañar al niño en su pesar, pero no parece apropiado, cuando las personas al mirar la escena se ríen de burla y yo sólo dibujo con recelo mi rostro de añoro, me pregunto qué tipo de personas serán, con qué moral, con que educación y de qué época, en qué universo paralelo disfrutan el desmorono de un mundo inocente.

Será que no tienen un recuerdo hermoso en cromática technicolor, entre alpiste improvisado para aves y altísimas copas verdes con sus noches prematuras, será que yo exagero y hago mio un dolor ajeno sólo porque jamás recuperé mi rehilete, o más bien ellos exageran su ineventualidad para olvidar que son vulnerables.

Como sea, las personas sonríen y no entiendo por qué, no encuentro la comicidad detrás del tortuoso llanto de un niño junto a la coladera, seguramente unas páginas más adelante el autor me lo dirá y yo sostendré mi gesto desilusionado e inconforme, no sabré qué pasó con el niño, ni por qué éste es un relato encantador, no sabré por qué la gente observa a mis lágrimas humedecer esta banca de parque mientras ríen, ríen descontrolados.

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