19 febrero 2008

TRAICIONADO

Es increíble, pero las perspectivas de vida cada día se acercan más a ser lujos elitistas en lugar de necesidades ineludibles, definirse a favor de una ideología parece imposible pues sostener ese apoyo es incosteable, aquellos pocos que lo logran se vuelven de inmediato extremistas, radicales, locos y renegados. Sin embargo, ese es el modelo que me gustaría vivir, el de la oposición, el contrapeso; el yang dirían algunos. Tomar esta decisión ya cobró una víctima en mi persona, ya existe alguien con quien contaba y no lo hago más, lo perdí por defender mis creencias.

No podría llamarlo un amigo, nunca nos tratamos como tal, pero definitivamente, desde que nací, tuvo un papel importantísimo en mi vida. Lo recuerdo en la mesa del comedor de mi abuelita, junto con toda mi familia, parte de aquella cena deliciosa y hogareña que solíamos disfrutar en esa casa. Fue testigo de mis momentos más felices de la infancia, los compartí con él como si fuera un hermano, es más, recuerdo que también estuvo con nosotros durante cada visita familiar, no necesitaba presentación, todos lo conocían y lo llamaban por su apodo con cariño.

Siempre tuvo carisma, lo sigue teniendo y creo que eso también me molesta, aunque cuando era más joven lo adoraba como el resto de las personas que se topaban con él, juro que no recuerdo haber escuchado un comentario negativo que lo mencionara o alguna queja relacionada y cómo habrían de tenerla, si desde que lo conozco ha tenido la misma sonrisa impecable y esos ojos brillantes, sin mencionar una voz eternamente dulce que siempre sabe qué decir.

Me acompañó incesantemente durante los primeros 19 años de mi vida, estaba en mi primaria, en mi secundaria, en mi preparatoria y hasta en la carrera, lo recuerdo también cerca de mí en las actividades deportivas, en los festivales del día del amor y la amistad, en los paseos escolares y nunca me molestó, es más, recuerdo que me agradaba saber que estaba ahí cuando lo necesitara. Todos mis amigos sabían que disfrutaba su compañía y no desaprovechaban la oportunidad de reír cuando yo le hacía una exagerada propaganda positiva.

Durante la campaña presidencial del 2006 elegimos diferentes caminos, hasta ese momento nunca había detectado en él alguna tendencia partidista, ni siquiera me percaté de que se interesara en la política, sin embargo sí intuía su ambición por la pasta verde, aún así nunca lo condené ante mis ojos, a todo el mundo le gusta ganar dinero en grandes cantidades y él lo hacía aparentemente de manera honesta, es por eso que nunca me preocupé, lo creía en su derecho de hacer negocio.

Un día, mientras veía televisión, lo escuché decir, no textualmente pero sí en el trasfondo, que los adolescentes no teníamos por qué involucrarnos en la discusión de temas sociales o políticos, según él, nosotros, por nuestra edad, no teníamos la capacidad de entenderlos y deberíamos dedicarnos a escuchar música y a alimentarnos con bocadillos de medio día. Sentí rabia, pero no discutí con él, lo disculpé por el aprecio que siempre le tuve, por aquellos días de gloria, pensé “alguien lo influenció para decir eso”.

La carrera por la presidencia en México fue ultrajada por muchos particulares, que contra las leyes electorales apoyaron abierta y económicamente una guerra sucia en contra de la oposición, las injurias y calumnias fueron monumentales por no mencionar lo cínicas, la única injusticia que pudo opacar ese vergonzoso proceder fue legitimarla frente a los tribunales de la nación. Decepción ¡Oh! Decepción.

Decidí cortar toda relación con él pues un día, mientras investigaba, encontré su nombre en el primer lugar de la lista de quienes ilegalmente habían apoyado la campaña de Felipe Calderón. Al principio no quise aceptarlo, pues había aprendido a tenerlo a diario en mi vida, a todas horas, cuando lo necesitara y a disfrutar siempre esa compañía suya en desayuno, comida y cena. Después fue cuando comencé a detestarlo, a imaginarlo atentando contra la democracia con opiniones tan idiotas como las esbozadas aquel día mientras yo veía televisión, lo imaginé a él y al resto de los enlistados explicando “el pueblo mexicano aún no tiene la madurez para elegir a sus gobernantes, así que lo haremos por ellos”, disculpando su voraz intromisión en la vida pública.

Desde entonces me propuse ya no buscarlo, repudiarlo en todas sus formas, expulsar cada gramo de afecto dentro de mi cuerpo que alguna vez lo tuvo como objeto. Ahora, sin excepción, invito a la gente a hacer lo mismo, pienso que fue demasiado lejos al abusar de la confianza recibida de todos los estratos sociales, desde mi punto de vista ya no hay perdón para él, pues terminó de asesinar a la convaleciente democracia mexicana.

Lo he encontrado muchas veces desde entonces, lo vi en el supermercado y ni siquiera lo miré a los ojos, lo encontré en el periférico, en la televisión y en la radio, acompañando a mis amigos quienes muchas veces no entienden porqué prefiero evitarlo, lo he visto prácticamente en cada esquina desde entonces y aunque siempre me mira con esos ojos brillantes y me llama con su voz tierna que evoca mis raíces nacionales y familiares no lo he perdonado y nunca lo haré: nunca volveré a consumir un sólo pan que haya tenido en la etiqueta la figura del osito Bimbo.

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