04 marzo 2008

ESPERO RESPIRAR SIN TI

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de comprarte, de pensarte, de fumarte. Es posible. Siguiendo las reformas de la administración en turno. Me receto parches, chicles, nicotina.

¿Te parece bien que te fume nada más en lugares abiertos? No es mucho, ni es poco, es bastante. En un lugar abierto se pueden reunir todos los cigarros que se han producido sobre la tierra y se les puede prender fuego. Ahí no molestarás con esa hoguera del tabaco quemado. Y también en privado. Porque las mejores bocanadas de humo están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que fuma. Tú sabes cómo te extrañaré cuando dejen de decir en restaurantes: “¿fumar o no fumar?”, “tráeme un cenicero”, “dame una de Malboro”, ¿sabes que te hace mal?”... Entre las mesas, a un lado de tus cenizas y las mías, he dicho “¿tienes encendedor?”, y tú sabías que decía “¡mataría por un cigarro!”.

Unas semanas más para acatar el desplegado. Para aceptarlo. Para esperar que no hagan con él lo que quieran: guardarlo, ¡fumarlo!, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero unas semanas para ver cómo sería. Porque esto es muy parecido a apagar un habano para encender un Pall Mall.

Con todo el respeto que me merece el maestro Jaime Sabines.




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